¿De qué hablamos cuando hablamos de alimentación sostenible?

La alimentación, además de ser una de nuestras principales necesidades básicas, puede entenderse como la forma en que, desde las distintas sociedades, nos relacionamos con nuestro territorio. Abarca todas las etapas de la cadena, desde las prácticas agrarias y ganaderas que producen alimentos hasta el consumo de los mismos.

rama de árbol con frutos

Los sistemas agroalimentarios juegan un papel esencial en el sostenimiento de la vida en general, y de la humanidad en particular. Condicionan fuertemente el ecosistema planetario, alimentan a la población mundial a partir del uso de recursos naturales y constituyen el principal medio de vida de miles de millones de personas en todo el mundo, por lo que según cómo se desarrollen y dependiendo del tipo de aprovechamiento que hagan de dichos recursos, impactarán de una manera u otra a nivel social y ambiental.

Lejos de ser un bien común como los demás, nuestra alimentación se encuentra en el cruce de múltiples (des)equilibrios. Las decisiones que tomamos en torno a nuestra alimentación, desde la producción hasta el consumo, tienen un impacto sobre el conjunto de nuestro ecosistema actual: pérdida de biodiversidad, calentamiento climático e incluso desigualdades sociales. Por todo esto, es necesario:

  1. Repensar nuestros sistemas alimentarios para: generar empleo y economías locales resilientes, dibujar paisajes más diversificados, tejer relaciones sociales y cooperaciones económicas, capturar dióxido de carbono, conciliar nutrición y placer.
  2. Acelerar la transición hacia formas sostenibles de producción y consumo de alimentos, que satisfagan las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las de las futuras.
  3. Pasar de un contexto de emergencia climática y crisis social del que el sistema alimentario es parte de la causa, a uno nuevo en el que, un sistema alimentario sostenible, diversificado, resiliente y justo, sea parte de la solución.

Tenemos claro que una Alimentación Sostenible es necesariamente democrática, solidaria y agroecológica. Nuestro enfoque es global, puesto que los impactos ecológicos, económicos, sociales y nutricionales de la alimentación, desde la producción al consumo, son interdependientes. La transición hacia una alimentación sostenible exige, por lo tanto, actuar en diferentes niveles simultáneamente[1].

La transformación agroecológica del sistema agroalimentario español, con una generalización del manejo agroecológico en base a recursos locales, energías renovables, ganadería extensiva, y con cambios en la dieta hacia patrones más saludables, no solo es capaz de proveer de los nutrientes necesarios a la población española, sino que es el único escenario que consigue realmente un sistema agroalimentario sostenible, saludable y resiliente. Algunos datos que acreditan esto son, por ejemplo, que por cada 1% de materia orgánica que aumentamos, el suelo retiene hasta 160.000 litros de agua más por hectárea o que, según el IPCC, la captura de carbono de los suelos agrícolas tiene un potencial similar al de la energía eólica en la reducción de emisiones[2].

fotografía de una berenjena

También se pone de manifiesto la necesidad de transformar los patrones de consumo alimenticios, para que todas estas acciones permitan alimentar a toda la población siguiendo un patrón de dieta saludable y accesible, sin perjudicar a otros territorios a nivel global.

Existen, en definitiva, grandes oportunidades de transformación hacia sistemas más resilientes, justos y sostenibles capaces de proveer a la población española de alimentos seguros y saludables, culturalmente apropiados, y con impactos positivos en el medio ambiente. En otras palabras, la transición agroecológica en España es posible.

Con el enfoque actual de las políticas, las iniciativas agroecológicas quedan relegadas a experiencias “nicho”, aisladas y distribuidas por el territorio, impidiendo de esta manera el salto de escala necesario. Para promover una transformación del sistema agroalimentario en España hacen falta medidas que apoyen de forma decidida a la agroecología.

De cara a llevar a cabo las transiciones necesarias desde un enfoque de justicia social, es necesario aproximarse al enfoque de derechos humanos, considerando la alimentación como un derecho humano más.

Así la recoge la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU (1948), en su artículo 25, con carácter de recomendación y sin vinculación jurídica: “la alimentación como un derecho humano más”. Con el Pacto Internacional de Derechos Sociales, Económicos y Culturales (PIDESC), que entra en vigor en 1976, se consagra el derecho a la alimentación dotándolo de fuerza jurídica, incluyendo un segundo párrafo que reconoce el derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre.

Los titulares de obligaciones son los 177 países que han ratificado el PIDESC, que cuentan con obligaciones de: respetar, proteger, facilitar y hacer efectivo dicho derecho fundamental de toda persona a estar protegida contra el hambre. Entre los titulares de responsabilidades también se encuentran las organizaciones internacionales, las ONG y las empresas implicadas en el sector agroalimentario, que cuentan con la responsabilidad de contribuir con sus comportamientos a generar un entorno propicio que permita que las personas tengan garantizado su derecho a la alimentación.

Nuestra alimentación también es determinante para nuestra salud, hoy marcada por la persistencia de la malnutrición y el aumento de la obesidad. Repensar nuestros sistemas alimentarios puede permitirnos dibujar paisajes más diversificados, capturar dióxido de carbono, tejer relaciones sociales y cooperaciones económicas, conciliar nutrición y placer, e incluso generar empleo. Esta transición es posible y necesaria. Nuestro deber hoy es acelerarla y hacer evolucionar nuestros sistemas hacia una alimentación más sostenible.

Un sistema alimentario sostenible tiene también un gran potencial para contribuir a la fijación de población rural, afrontar la despoblación y atraer nuevos servicios para la dinamización del territorio. Actualmente, la mayoría de las más de 30.000 industrias del sector agroalimentario están instaladas en el rural, siendo un sector estratégico que contribuye a la descentralización de las oportunidades profesionales en torno a las ciudades así como a la conexión entre medio rural y urbano: la industria alimentaria está presente en los municipios que acogen al 71% de la población de las áreas más despobladas del estado[3].

La Fundación Daniel y Nina Carasso, desde sus inicios en España en 2014, centra sus esfuerzos en acelerar la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles en el sentido que propone la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): «Para ser sostenible, la agricultura debe satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras, y al mismo tiempo garantizar la rentabilidad, la salud ambiental [y de las personas], y la equidad social y económica». Todo ello en un contexto de emergencia climática y de crisis social del que el sistema alimentario es parte de la causa, pero también de la solución.

Es parte de la solución porque la alimentación es mucho más que alimentos, es un todo vista con el prisma filosófico del desafío de la reflexión y de no quedarse en el aspecto más cotidiano que encierra. Es también salud, agua, ciudades, ecosistemas terrestres, clima, educación, empleo, industria, igualdad y el resto de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta dimensión múltiple de la alimentación la convierte en un eje estratégico para trabajar de manera sistémica todos los ámbitos de la sostenibilidad ya que impulsa de manera simultánea prácticas a nivel medioambiental, social, de salud de las personas a corto y largo plazo, así como procesos de innovación y metodologías de colaboración.

La alimentación también es un eje vertebrador, por ejemplo, en materia de gestión del medio natural y de los territorios rurales, pero también en materia de urbanismo y acceso universal a alimentos sanos en la ciudad; lo es igualmente de la salud de las personas, pero también de la del planeta y lo es, evidentemente, de todo el entramado empresarial, social e institucional que se articula en torno a la cadena alimentaria.

Abordar la alimentación desde esta perspectiva sistémica permite activar su incalculable potencial como motor de transformación global para nuestra sociedad. Su activación definitiva se realizará desarrollando alianzas y cooperaciones público-privadas y contando con investigación, sensibilización e imaginación para inventar un nuevo habitar. Porque conseguir que el sistema alimentario sea sostenible y saludable, tanto para las personas como para el planeta, es una prioridad para el futuro del ser humano. Es fundamental.

Durante estos ocho años de trabajo en España, la Fundación ha (re)unido en un largo y apasionante camino a muchos amigos y colaboradores de los ámbitos de la investigación, la filantropía, la acción social, el sector agrario, la nutrición y la salud.

imagen de garbanzos

Juntos hemos creado y apoyado multitud de proyectos enfocados a experimentar, demostrar y alumbrar las vías para la necesaria evolución hacia nuevos equilibrios sociales, ambientales, económicos y de salud[4].

En esta ocasión, la Fundación Daniel y Nina Carasso se embarca en una nueva aventura de la mano de las cooperativas agroalimentarias, que merecen una mención especial en relación al papel que juegan en el camino hacia la sostenibilidad. Su marcado carácter social, el tipo de actividades que desarrollan y el hecho de que sean propiedad principalmente de titulares de explotaciones agrícolas y ganaderas, hacen que el valor generado por las mismas permanezca en el territorio[5].

Por eso, y tras un proceso de estudio en el que hemos trabajado desde octubre de 2021 a julio de 2022 en torno al cooperativismo agroalimentario en España, hemos reafirmado que cada cooperativa y persona que la conforma, es un agente clave en la transición hacia la alimentación sostenible, y un actor esencial para el desarrollo y bienestar de nuestro territorio rural y puede convertirse en una palanca tractora de toda la cadena agroalimentaria.

 

En este contexto nos resulta lógico el nacimiento de Sustentta: cooperativas en transición.

 

[1] https://www.fondationcarasso.org/es/alimentacion-sostenible/

[2] Libro Blanco de la Alimentación Sostenible. Fundación Alternativas y Fundación Carasso.

[3] Contribución de la industria de alimentación y bebidas a la España vaciada. Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas

[4] Libro Blanco de la Alimentación Sostenible. Fundación Alternativas y Fundación Carasso, pp. 21-22.

[5] Informe Un medio rural vivo y sostenible. Consejo Económico y Social de España (2021).

 

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